Días festivos en el mar: maritimidad, hierofanías y heortología urbana en el Salvador del siglo XIX

Resumen

La ciudad de Salvador del siglo XIX dependía profundamente del mar: de él y su costa extraía material para construcción, riqueza y sustento diario, con la Bahía de Todos los Santos como su mare nostrum. Un aspecto de esta particular maritimidad eran las creencias religiosas y las celebraciones. Los trabajadores del mar eran los creyentes más leales, pero era un interés compartido por la sociedad, indefensa frente a las tormentas en tierra y especialmente en los inevitables viajes por mar. Esto explicaba el brote de hierofanías junto al mar, celebradas en un calendario
anual, guiando la economía mundana y espiritual de esa sociedad. En las posibilidades abiertas por una Heortología Urbana, por el estudio de la relación entre Festas y Cidade, pesquisamos las articulaciones
entre partes de la ciudad, sus alrededores y lugares más distantes, a través de diferentes tipos de desplazamiento: procesiones, peregrinaciones, carreras y entregas de ofrendas. Primero, identificamos los poderes extraterrestres que estaban
vinculados al mar adorados en Salvador en el siglo XIX, en el culto católico y el de la Madre de la Agua (Mãe d´Água), que fusionó las creencias africanas con una matriz amerindia anterior, además de sus relaciones ambivalentes con las denominaciones
de Nuestra Señora, manifestándose en fuentes, lagunas y cuevas en la costa. El siguiente paso fue rastrear las fiestas específicas. Algunos en el Puerto de la ciudad, como la Fiesta de las Escaleras y el Bom Jesus de los Navegantes. Otras estaban distantes de la ciudad, implicando en una sorprendente peregrinación náutica a
través de la bahía, siendo las más importantes las de Nuestra Señora
de la Purificación y luego Nuestra Señora de las Candelas. La solidaridad entre las localidades de pescadores se expresó en los festivales, durante los rituales y procesiones, que iban de un santuario a otro, por simples que fueran. En la Península de Itapagipe
el antiguo culto a los santos dedicados al mar encontró un público más amplio, lo que llevó al llamado “pasar las fiestas”, un precursor y motor de las modernas vacaciones de verano, alrededor de Nuestro Señor de Bonfim, con alcance regional en Bahía. Había no muy lejano en la misma península, en Ribeira, las fiestas de la
entrega de ofrendas a la Madre de la Agua, la gran celebración de esta deidad en la época, que en las primeras décadas del siglo. XX se trasladó a Montserrat, aún cerca de allí. En los sitios de la costa atlántica, el retiro de verano, en algo generado por la búsqueda de salud, dió visibilidad a aquellas fiestas antes marginales y su
adopción por los visitantes, con aporte de recursos y aumento de público. Eso ocurrió desde Barra hasta el distante poblado de Itapuã, pero en especial en Río Vermelho, que se convirtió en el
principal sítio de vacaciones a fines de siglo XIX, y como encierre del ciclo festivo de verano y arranque del Carnaval. De esta manera, las festividades explican un enfoque más hierofánico del mar, un componente central de los hábitos y valores de la ciudad, que incluso han guiado su urbanización, favoreciendo las zonas costeras antes de su valorización moderna.